lunes, 28 de agosto de 2017

Catedral de Santiago


La ciudad del apóstol Santiago, destino de los numerosos peregrinos que a lo largo de los siglos han recorrido los caminos que les guiaban hasta la tumba del santo, tiene una historia que corre en paralelo con la de su catedral, que no en vano alberga el sepulcro del santo.
La tradición cuenta que la tumba con los restos del santo la descubrió en los albores del siglo IX el obispo Teodomiro gracias a que una luz misteriosa le indicó el lugar exacto en donde se hallaba: un pequeño templete de mármol oculto entre la espesa vegetación del bosque.

El rey Alfonso II "el Casto" mandó levantar un pequeño templo en el lugar del hallazgo que fue ampliado por su sucesor el rey Alfonso III "el Magno", cuando ya la fama milagrosa del santo se extendía fuera de las fronteras del reino. Para este segundo templo, consagrado en el año 899, se trajeron, según consta en el acta de consagración <piedras de mármol, transportadas de tierras de moros, para embellecer la puerta principal> y en la misma se habla de las numerosas columnas, basas y capiteles que adornaban la primitiva iglesia <llevadas en naves desde la población llamada Portucalense>. Era un templo de tres naves con un gran ábside presidido por un gran pórtico en forma de arco triunfal apoyado sobre pilastras. La capilla mayor se puso bajo la advocación de San Salvador, y estaba flanqueada por otras dos dedicadas a San Pedro y a San Juan.

Alrededor de la basílica y gracias al incremento en el número de peregrinos fue surgiendo un importante núcleo urbano que no llegó a perder su auge ni siquiera tras la invasión de Almanzor, que destruyó y saqueó el templo.
Reconquistado el poder por los cristianos, y siendo la ciudad un floreciente burgo, el obispo Diego de Peláez decidió levantar una gran catedral. La obra se empezó en el año 1075 y finalizó en 1211.


Los siguientes siglos, sobretodo el XIV y el XV no fueron muy fructíferos para la ciudad. 
Las frecuentes revueltas de campesinos frente a una aristocracia cada vez más poderosa, desataron numerosas luchas, con sus correspondientes represiones, que retrasaron el desarrollo creciente de la burguesía. Pero, en  cambio fueron momentos de esplendor para la iglesia, que salió reforzada de los enfrentamientos gracias a que una de las familias más poderosas de Galicia, los Fonseca, que aportó tres obispos sucesivos a la sede compostelana.
Éstos, sobretodo Alfonso de Fonseca II, contribuyeron al gran desarrollo de la ciudad de Santiago de Compostela.

En los siglos siguientes y ante las invasiones de ingleses primero y franceses después, las reliquias del santo fueron puestas a buen recaudo en lugar seguro, lo que tuvo como consecuencia la disminución drástica de peregrinos, que no volvieron a visitar en masa la catedral hasta la restauración de los restos del santo en su tumba en el año 1879.


La gran catedral compostelana ocupa un área que supera los 8.000 m²; siguiendo el famoso códice Calixtino sabemos que ya en el siglo XII cuenta con nueve naves inferiores y superiores; seis son más pequeñas y tres grandes.
La primera y principal es la que se extiende desde la puerta principal hasta los cuatro pilares que sostienen la iglesia, y a sus lados tiene dos naves pequeñas. Las otras dos grandes se hallan en los dos miembros; una y otra tienen dos pequeñas naves a los laterales.

Las tres naves principales se elevan hasta el cielo de la basílica, pero las otras seis pequeñas solo se elevan hasta los arcos del medio (así es como llaman los tallistas de piedras a los dobles pilares que sostienen los arcos del triforio).

Una serie de pilares que descansan sobre pedestales, en unos casos cuadrados y otros redondos, que separan la nave central de las laterales. Sobre las pilastras, recorriendo las naves aparece un triforio con arcos gemelos profusamente adornados.
Las tres grandes naves se cubren con bóvedas de medio cañón sobre arcos fajones que se apoyan sobre los capiteles de las pilastras, y las bóvedas de las naves laterales son de arista entre fajones.
Rodean el templo veinticinco capillas y la actual cúpula gótica de crucero sustituye a la linterna románica originaria.
La cabecera está formada por cinco capillas románicas cubiertas por bóvedas de aristas cruzadas.


Pero lo más impresionante de la catedral compostelana no es el interior, a pesar de lo extraordinario de sus dimensiones, sino el exterior, y sobretodo sus magníficas portadas, a cual más espectacular: <tres portadas principales y otras siete pequeñas tiene la misma iglesia: una mira al occidente, es la principal, otra mira al mediodía y otra al norte. En cada una de la portadas principales hay dos entradas y en cada entrada dos puertas> así consta en el códice Calixtino. 

La que mira al occidente es el Pórtico de la Gloria, realizada por el maestro Mateo en el año 1188, que escenifica el triunfo de Cristo. Los relieves y esculturas fueron originalmente polícromos, pero hoy tan sólo quedan algunos restos de pinturas. En el partiluz de la portada central, el sitial de honor, está representado por Santiago sedente con el cayado de peregrino.


En las jambas hay estatuas de los profetas y apóstoles y en el tímpano aparece la imagen de Cristo en su Majestad, flanqueado por los evangelistas y rodeado de ángeles. En las arquivoltas se puede ver a los veinticuatro ancianos del Apocalipsis tocando diversos instrumentos.

En la portada de la izquierda están esculpidos profetas y otros personajes del Antiguo Testamento, y en el de la derecha aparecen santos y figuras que representan a los vicios y las virtudes. Precediendo a este pórtico se encuentra la famosa fachada del Obradoiro, obra de mediados del siglo XVIII de Fernando Casas y Novoa. 

Éste, tomando como punto de partida la torre de las campanas, levantada en el siglo XVII, proyectó la actual fachada a modo de inmenso retablo dedicado al Apóstol.
Los tres cuerpos que la conforman están ricamente ornamentados con columnas, molduras y esculturas con las imágenes de Santiago y sus discípulos.
La figura del santo, en traje de peregrino, aparece en lo alto del cuerpo central y, en el plano inferior, un relieve de su tumba rodeada de ángeles, reyes y santos.

La segunda torre, la de las carracas, alcanza, como la de las campanas, una altura de setenta y seis metros.
Desde la entrada al templo se puede acceder a la llamada Catedral Vieja, una iglesia subterránea del siglo XI con dos naves, crucero y ábside, en la que coexisten elementos románicos y góticos, con precoces bóvedas que descansan sobre columnas y una significativa ausencia de arcos apuntados.

Lo más bello son los capiteles del maestro Mateo, que en palabras de López Ferreiro, destacaban por el prodigioso cincel que jugaba con la dura piedra como con una masa de arcilla plástica.

Capiteles de la llamada "Catedral Vieja" de Santiago

La portada que mira al mediodía se abre en la fachada de Platerías, que se construyó en los primeros años del siglo XII, de la que ya encontramos valiosa información en el códice Calixtino; en esta portada hay once columnas, cinco en la entrada de la derecha y cinco en la de la izquierda, y la undécima entre ambas entradas separando los tímpanos.

Tales columnas son unas de mármol blanco, otras de piedra y tienen en ellas esculpidas imágenes, flores, hombres y animales. No debe dejarse en el olvido que en una de ellas hay una figura de mujer al lado de la tentación del Señor, la cual tiene en sus manos la fétida calavera de un amante suyo, a quien se la cortó su marido y que le obligaba a besarla dos veces por día.

La portada que vemos está formada por dos cuerpos; el inferior de doble portada, está delicadamente esculpido con esculturas de gran naturalismo que representan escenas del Antiguo Testamento. Los tímpanos se conservan en su antiguo estado, aunque algunas imágenes han sido restauradas.
Se pueden observar a la derecha temas relacionados con la pasión y a la izquierda las tentaciones de Cristo.
Los tímpanos descansan sobre ménsulas con cabezas de animales bajo arcos polilobulados y arquivoltas decoradas con motivos vegetales. Todo ello se remata con una balaustrada del siglo XVII.

La portada que mira al norte, según el códice, hoy en día son dos: una es pórtico real, en la portada de la Azabachería y la otra la llamada puerta santa. En el primer caso es un notable ejemplo de barroco compostelano del siglo XVII, obra de José de la Peña de Toro, con cuatro gruesas columnas y un floreado ático; la segunda, de principios del siglo XVII, es una entrada sencilla, de dos cuerpos decorada con piezas románicas procedentes del antiguo coro catedralicio.


La llamada "puerta santa" 
Ésta solamente se abre cuando se celebra el "año santo Xacobeo", que se asigna así solamente cuando coincide la festividad del 25 de Julio en domingo.

En el cuerpo superior aparecen estatuas de Santiago en el centro y las de sus discípulos Atanasio y Teodoro a ambos lados; obra del escultor Pedro Campo de finales del siglo XVII.

El interior de la catedral nos muestra toda la belleza de un románico austero y sobrio.
La planta, de cruz latina, tiene noventa y siete metros de longitud por setenta y cinco de ancho y consta de tres naves divididas en diez tramos. Están separadas por medio de arcos de medio punto que se sustentan sobre pilares de planta cruciforme formados por medias columnas adosadas.

A la impresionante nave central, más ancha y alta que las laterales, se asoma una tribuna de elegantes ventanales calados. El conjunto está cubierto por bóvedas de cañón y rodeado de un magnífico triforio. Sobre el crucero se alza una cúpula de treinta y dos metros de altura construida entre 1384 y 1445. En las grandes solemnidades, mediante un ingenio mecánico que sujeta una maroma, pende de ella el gigantesco incensario o "botafumeiro", que se guarda, habitualmente, en la biblioteca. El cual se utilizaba originalmente para perfumar y contrarrestar el cargado ambiente que producía la gran muchedumbre que visitaba el templo; su uso se remonta a los primeros tiempos de la catedral, pero su rítmico vaivén sobre el crucero hace que se haya convertido en una de las escenas más esperadas de los ritos jacobeos.

Incensario o "botafumeiro" de la catedral

La Capilla Mayor, construida en el siglo XVII, tiene un altar churrigueresco donde aparece la imagen sedente del Santo, que data del del siglo XIII, en piedra pilicromada.
Otras capillas interesantes son la del Cristo de Burgos, del siglo XVII; la de Santa Catalina, que conserva tumbas de los siglos XV y XVI; la de San Andrés, de estilo barroco; la de la Corticela, que posee una bella portada románica del siglo XIII, en la que se encontraron tumbas paleocristianas y visigodas; la de San Bartolomé, cuyos capiteles fueron decorados por el maestro Mateo; la de San Salvador, origen del actual templo, con un hermoso retablo policromado plateresco y la capilla de Mondragón, que alberga una notable reja del siglo XVI.

Por último, no debemos abandonar la catedral compostelana sin detenernos un momento a observar su elegante claustro del gótico florido, visitar el Panteón Real, en donde se encuentran algunas tumbas reales de los siglos XII y XIII, y recorrer los museos, lo que nos permitirá contemplar piezas de gran valor histórico y artístico.