El inmenso acueducto romano del siglo I sirve de emblema, de orgullo, de atracción turística y aún de escudo heráldico a una ciudad sin embargo profundamente medieval cuyo rico patrimonio monumental nos recuerda que fue importante plaza fuerte cuando la frontera entre cristianos y musulmanes pasaba por las cumbres de la sierra de Guadarrama, y jugó más tarde un importante papel en las guerras internas de la Castilla de Isabel la Católica y Carlos I.
Los acueductos son, posiblemente, los símbolos más ostensibles de la civilización romana pero su propia naturaleza hace que sean uno de los más escasos. Pocos de los muchos que en tiempos del Imperio hacían más confortable la vida de sus ciudades han sobrevivido hasta nuestros días; aún menos lo han hecho en perfecto estado de conservación y uso.
Por este de Segovia no ha dejado de correr el agua desde los tiempos de su construcción, que coincide, al parecer, con los primeros del Imperio.
A falta de datos más concretos, la comparación con el acueducto romano de Aqua Claudia, técnicamente muy similar y fechado entre los años 38 y 52, así como las recientes excavaciones realizadas en su entorno, han permitido aventurar una fecha de construcción cercana al año 50 de la era cristiana, reinando, por tanto, el emperador Claudio.
Los ingenieros romanos habían alcanzado en esta época una perfección técnica tal, que realmente no se detenían ante dificultad alguna. La traída de aguas a la ciudad de Segovia desde el arroyo Acebeda, al pie del puerto de la Fuenfría, implicaba una canalización de 18 Km que debería salvar, en su tramo final, el ancho valle del río Clamores, sobre el cual se alzaba el espolón rocoso que servía de asentamiento a la ciudad. La solución fue soberbia: dos arcadas superpuestas, sostenidas por 128 pilares y alcanzando casi 30 metros de altura, se extienden de lado a lado sobre la hondonada que hoy ocupa la plaza del Azoguejo, con una longitud total de 813 metros.
Ni un gramo de argamasa se utilizó para sostener esa inmensa masa de piedra, sobre la cual discurre el agua por un canal que en su origen fue de madera y tuvo 30 x 3o cm de dimensiones.
Tras largos siglos de olvido, una restauración realizada en 1484 por iniciativa de los Reyes Católicos permitió que el agua volviera a fluir por él, esta vez por un canal de piedra que fue a su vez sustituido entre los años 1929 y 1930 por otro de cemento.
En la actualidad, sin embargo, este acueducto está lejos de tener asegurada su supervivencia, amenazada, no ya por guerras o abandonos, sino por la contaminación que altera la sólida piedra con la que fue construido y por el tráfico, cuyas vibraciones ponen en peligro el delicado equilibrio de sus arcos impecablemente ensamblados.
La ciudad vieja de Segovia y su acueducto fueron declarados Patrimonio de la Humanidad en 1985.