Es una de las obras maestras del modernismo que floreció imaginativo y exuberante en la Barcelona de principios del siglo XX.
Tras su fundación en 1891, el Orfeó Catalá utilizaba para sus conciertos diversos locales. En Octubre de 1904 adquirió un terreno situado en la calle Sant Pere Més Alto y confió al arquitecto Lluis Domènech i Montaner (1850 - 1923), en pleno apogeo de su carrera en aquel momento, el trabajo arquitectónico de un nuevo edificio para que se convirtiera en sede de la coral. Para ello el arquitecto, que fue defensor a ultranza de la corriente modernista, supo plasmar en esta obra toda la filosofía de esta corriente arquitectónica y artística. Concibió todo el edificio bajo la forma de un inteligente juego interactivo de los espacios, creando una perfecta combinación entre el interior y el exterior utilizando al máximo la luz natural. De esta manera conseguiría una excepcional fusión de conceptos fundamentales: la tradición y la modernidad elevados al máximo nivel del arte.
Montaner consiguió una perfecta simbiosis entre la arquitectura y la música, que alcanza su cenit en su espectacular e inmensa sala de conciertos, con una singular y extraordinaria decoración en la que intervinieron los artistas y artesanos más importantes de la época.
Situado en el centro histórico de la ciudad, fue comenzado a construirse en 1905 y en 1908 sus obras ya habían finalizado. Ese mismo año se le concedió el galardón de ser declarado por el Ayuntamiento de Barcelona el edificio más bello del año.
Su estructura está formada por una armadura de acero (uno de los primeros ejemplos que se realizaron) cerrada por un "muro cortina" formado en su gran parte de vidrio. La utilización de esta estructura permitió a su autor poder crear en el interior una serie de espacios libres entre los que destaca la mencionada gran sala de conciertos.
Intervinieron en su decoración escultores como: Miguel Blay, Eusebi Arnau y Pau Gargallo; éste último realizó las importantes figuras del proscenio (es la zona del escenario más cercana al público).
Igualmente colaboraron artesanos del mosaico como Lluis Bru y Mario Maragliano y pintores como Miguel Massot.
Hay que destacar, por su armonía, la sala de conciertos con ancho domo adornado de vidrieras, obra del maestro Jeroni Grandel, y su abundante decoración que contribuye a la continuidad e integridad del espacio, convirtiendo a esta espléndida sala en un espacio público de conciertos cuyo valor simbólico, artístico e histórico, en universal.
El Palau de la Música Catalana es una perla arquitectónica del modernismo catalán, la única sala de conciertos modernista declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO (4 de diciembre de 1997), que en la actualidad es un punto de encuentro ineludible de la vida cultural y social de Cataluña. Además constituye un patrimonio simbólico y sentimental de todo un pueblo que se identifica con su historia.
La Sala de Conciertos −una de las más singulares del mundo− es desde hace más de cien años el escenario privilegiado de la vida concertística, nacional e internacional, de la ciudad de Barcelona. Ha acogido estrenos mundiales y es un referente de la música sinfónica y coral del país. Presidida por el órgano sobre el escenario y con un lucernario central que representa el sol, la sala disfruta de luz natural. Una sala mística y paradójica, que se encuentra repleta de figuras como las musas que rodean el escenario, las valquirias de Wagner que surgen del techo, un busto de Anselm Clavé a un lado y uno de Beethoven al otro, y cientos de elementos de la naturaleza, como flores, palmeras, frutos, jarrones y vitrinas llenas de joyas.
Aparte de la gran Sala de Conciertos, el Palau dispone de dos salas más en donde se desarrolla la vida concertística de la institución. Por un lado el Petit Palau, un auditorio moderno inaugurado en 2004, ideal para conciertos de cámara o pequeño formato, con unas condiciones acústicas excelentes y equipos audiovisuales de alta tecnología. El último espacio es la pequeña joya del Palau de la Música, la Sala de Ensayo del Orfeó Català. Un espacio íntimo y acogedor donde tienen lugar conciertos de pequeño formato, conferencias, presentaciones, y donde ensayan los coros del Orfeó Català. Aquí se encuentra la primera piedra que se colocó en 1905 durante la construcción del Palau. Con un arco semicircular de butacas, que se corresponde con la media luna del escenario de la Sala de Conciertos que se encuentra justo encima, está caracterizada por unas grandes columnas, vitrales y decoración de la época.
Otro espacio representativo del Palau es la emblemática Sala Lluís Millet, un gran salón −sala de descanso y encuentro− dedicado al maestro Millet, fundador del Orfeó Català. La sala, de una altura de dos pisos, la cierran grandes vitrales adornados con motivos florales, de un efecto extraordinario.
Y más excepcional aún es el balcón que se ve a través de estos vitrales, con una doble columnata de coloración y ornamentación características. Los amplios arcos de ladrillos combinados con cerámica vidriada de color verde y flores también cerámicas, rosáceas y amarillas, confieren a este espacio una tonalidad singular y muy propia.
Situado en el centro histórico de la ciudad, fue comenzado a construirse en 1905 y en 1908 sus obras ya habían finalizado. Ese mismo año se le concedió el galardón de ser declarado por el Ayuntamiento de Barcelona el edificio más bello del año.
Su estructura está formada por una armadura de acero (uno de los primeros ejemplos que se realizaron) cerrada por un "muro cortina" formado en su gran parte de vidrio. La utilización de esta estructura permitió a su autor poder crear en el interior una serie de espacios libres entre los que destaca la mencionada gran sala de conciertos.
Intervinieron en su decoración escultores como: Miguel Blay, Eusebi Arnau y Pau Gargallo; éste último realizó las importantes figuras del proscenio (es la zona del escenario más cercana al público).
Igualmente colaboraron artesanos del mosaico como Lluis Bru y Mario Maragliano y pintores como Miguel Massot.
Hay que destacar, por su armonía, la sala de conciertos con ancho domo adornado de vidrieras, obra del maestro Jeroni Grandel, y su abundante decoración que contribuye a la continuidad e integridad del espacio, convirtiendo a esta espléndida sala en un espacio público de conciertos cuyo valor simbólico, artístico e histórico, en universal.
El Palau de la Música Catalana es una perla arquitectónica del modernismo catalán, la única sala de conciertos modernista declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO (4 de diciembre de 1997), que en la actualidad es un punto de encuentro ineludible de la vida cultural y social de Cataluña. Además constituye un patrimonio simbólico y sentimental de todo un pueblo que se identifica con su historia.
La Sala de Conciertos −una de las más singulares del mundo− es desde hace más de cien años el escenario privilegiado de la vida concertística, nacional e internacional, de la ciudad de Barcelona. Ha acogido estrenos mundiales y es un referente de la música sinfónica y coral del país. Presidida por el órgano sobre el escenario y con un lucernario central que representa el sol, la sala disfruta de luz natural. Una sala mística y paradójica, que se encuentra repleta de figuras como las musas que rodean el escenario, las valquirias de Wagner que surgen del techo, un busto de Anselm Clavé a un lado y uno de Beethoven al otro, y cientos de elementos de la naturaleza, como flores, palmeras, frutos, jarrones y vitrinas llenas de joyas.
Aparte de la gran Sala de Conciertos, el Palau dispone de dos salas más en donde se desarrolla la vida concertística de la institución. Por un lado el Petit Palau, un auditorio moderno inaugurado en 2004, ideal para conciertos de cámara o pequeño formato, con unas condiciones acústicas excelentes y equipos audiovisuales de alta tecnología. El último espacio es la pequeña joya del Palau de la Música, la Sala de Ensayo del Orfeó Català. Un espacio íntimo y acogedor donde tienen lugar conciertos de pequeño formato, conferencias, presentaciones, y donde ensayan los coros del Orfeó Català. Aquí se encuentra la primera piedra que se colocó en 1905 durante la construcción del Palau. Con un arco semicircular de butacas, que se corresponde con la media luna del escenario de la Sala de Conciertos que se encuentra justo encima, está caracterizada por unas grandes columnas, vitrales y decoración de la época.
Otro espacio representativo del Palau es la emblemática Sala Lluís Millet, un gran salón −sala de descanso y encuentro− dedicado al maestro Millet, fundador del Orfeó Català. La sala, de una altura de dos pisos, la cierran grandes vitrales adornados con motivos florales, de un efecto extraordinario.
Y más excepcional aún es el balcón que se ve a través de estos vitrales, con una doble columnata de coloración y ornamentación características. Los amplios arcos de ladrillos combinados con cerámica vidriada de color verde y flores también cerámicas, rosáceas y amarillas, confieren a este espacio una tonalidad singular y muy propia.
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